lunes, junio 12, 2006

2- Si vas para el Mall

El mall como reflejo de la fiebre consumista es algo que vacía los bolsillos de unos pocos y copa las tarjetas de otros, un paseo por un mall visto de un extranjero seria algo así “Si vas para el mall te ruego viajero que le compres una prenda a ella, que de deudas muero” . La aventura se inicia mucho antes de que entres, ya que claramente puedes ver en las calles, en las esquinas y autopistas con letreros sugerentes que te indican cual es la dirección correcta del consumo, según los publicistas de grandes tiendas claro.

Estar dentro de un mall actualmente implica estar fuera o contiguo a el, hoy nos topamos con los “boulevard” o “terrazas”, donde la gente puede encontrar todas esas cosas buena onda como satisfactor completo de un cliente contento, de gastar y gastar sin control por supuesto.

El hecho de atravesar la puerta donde hay un bienvenido a Mall “….”, ya te hace una invitación cordial al consumo compulsivo y si estas perdido o no puedes entender el mensaje en informaciones te acercaran donde desees o te facilitaran los medios para que lo hagas, y si sigues perdido los guardias canadienses como los de Mall Plaza te llevaran a destino.

Ahora que cruce el umbral hacia el templo del consumo, tengo que decidir que hacer como comprador. Miro en mis bolsillos el dinero disponible y tengo 20.000 pesos que me darán la felicidad de realizar la compra. El gran encanto que tiene un mall aparte de ser nueva plaza publica y tener muchas tiendas, es contar con lo que llaman “tiendas anclas” o sea grandes tiendas por departamento como Falabella, Ripley, Paris, etc. Estos peces gordos de la industria minorista ofrecen la ilusión de compra con “dinero plástico” y por supuesto con los intereses más bajos siempre, tanto que estos santos lugares nunca han recibido una denuncia.

Sigue mi paseo por el mall, veo a gente apurada, otros felices de pasear la bolsa de la tienda X, algunos siguen su “vitrineo” con las manos vacías y probablemente sus bolsillos en la misma forma. Me acerco al patio de comidas y me paseo cambia, compro un jugo natural por algo menos de 1.000 pesos. Mi paseo cambio en algo con mi jugo en la mano, pero sigo indeciso, así que me voy a parar entre dos grandes tiendas para ver donde comprar. De pronto veo un letrero grande de la tienda Ripley que dice “2x1” en sweeters, por el especial del día del padre, esa es la señal divina que esperaba, así que los créditos se los debo a dios.

Decido entrar y encontrarme con ese mundo compulsivo, al cruzar rápidamente hacia la sección hombres, veo a un hombre de familia con su familia, bien vestido y buena apariencia. Creo que se llama Lorenzo por como lo llama su señora, estoy cerca de ellos eligiendo tranquilamente cuando Lorenzo le dice al vendedor “buen hombre quiero dos sweeters de estos 2x1 a $12.990”. La respuesta es afirmativa de este profesional de las ventas, contento en aumentar su remuneración por comisiones, hasta que ese pasaporte al éxito material llamado “tarjeta Ripley” rebota, al igual que los sueños de consumo de Lorenzo. Muchas veces el mall es el lugar preferido del arribismo chileno, donde las apariencias son pactadas en cómodas cuotas.